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Quince Estaciones de Semana Santa

  • Ivan Lobo
  • 4 ene
  • 5 Min. de lectura


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1ª Estación

EL VIAJE

Si tuviera que recordar la primera vez que llegué a Somiedo imaginaría una carretera ceñida, estrecha, llena de giros, entre un río de cuento y unas montañas precipitándose en cada curva. Unos túneles como de juguete evocando una atracción infantil. Verde y humedad, roca y agua. Una aventura mezclando admiración y desconcierto hasta llegar a un destino que el paisaje hacía inviable. Nunca había visto una carretera amenazándome con señales que dibujaban el perfil de un oso…

 

2ª Estación

LA LLEGADA

La Pola te espera con humildad, recibe al viajero desde una vaguada que permite a la carretera asomar desde la altura. Rodeada de paredes calizas, protegida y cuidada por cumbres inaccesibles, provoca la ilusión que sólo se siente cuando se ha encontrado algo diferente… Caunedo ya estaba cerca: sólo seguir avanzando y mantener una inercia que la carretera iba haciendo más cómoda y amplia. Mientras la Pola ya guardaba el camino conseguido, yo me animaba a seguir ascendiendo para encontrar el destino y, por fin, detenerme a sentirlo todo.  

 

3ª Estación

CAUNEDO

La última parada en la carretera antes del resto del Puerto y de la meseta ibérica. Pueblo prieto, habitado siempre por piedra labrada y, las menos veces, por gentes. Casas enfrentadas a la montaña como los pupitres de un colegio, con un río y una carretera separándolos de su encerado. Alguna chimenea humeante dando señal de vida mientras algún perro curioso investiga nuestra presencia. Callejones estrechos limitados por trincheras de piedra, aceras de hierba, y suelos empinados de cemento y asfalto que resisten la invasión de la naturaleza.

 

4ª Estación

ATARDECER

El crepúsculo se anticipa siempre a su cita. Los encogidos valles de Somiedo absorben horizontes, estrechan el cielo, y escatiman los rayos del sol. La despedida diaria exige ir al encuentro de la estrella, subir a las cumbres, ascender hasta su altura para conseguir que te mire de frente. Aquí el sol sólo castiga con su ausencia, y de nuestra casa únicamente se despide de reojo cuando al fondo del valle, unos minutos breves, en la tierra anaranjada, parece oro.

 

5ª Estación

EL CIELO

Noche. Después de sentirte en casa, detente. Levanta la mirada y observa. En Caunedo el cielo es negro, para que te sientas abrumado por un tejado boreal. Miles de luces te observan, te saludan. Nunca una ocasión tan grande para percibirse pequeño, inferior, y vulnerable. Levanta la cabeza y mira lo que nunca has visto: estrellas, planetas, reflejos de universos nunca atendidos, aunque siempre presentes… Una bóveda inabarcable que retrata un mundo perenne que, pacientemente, espera que le prestes tu atención…

 

6ª Estación

EL VIENTO Y EL FRIO

Ruido y potencia. Surcando corredores caprichosos entre montañas y picos, el viento golpea arañando tus oídos y pegándosete a la cara. Atrevida y déspota, la ráfaga de aire te envuelve recordándote la pobreza de tu afán por dominarla y tu total sometimiento a lo que te rodea. Pocas veces el viento y el frío podrán hacerte sentir tan vulnerable. Pocas veces podrán ser tan amistosos: los cómplices que te invitan a su entorno para apoderarse completamente de ti. La bienvenida de los dueños del lugar al que te has asomado… 

 

7ª Estación

EL HOGAR Y EL CALOR

Entrar en la casa ofrece la satisfacción primitiva de doblegar a la naturaleza. Un refugio generoso y placentero que protege, aísla, y te devuelve a lo más civilizado de lo humano. Fuera, la naturaleza auténtica, impredecible, y el clima ingobernable. Dentro, el poder para regir deseos y caprichos al calor de una chimenea brava, de una madera que se consume proyectando un fuego hipnótico que embelesa a quien se sienta frente a él. Calor natural que invade la estancia llenándola de sonidos domésticos, familiares, y cautivadores.

 

8ª Estación

AMANECER

Levantarse en Somiedo es algo voluntario. Lleno de fuerza, de buen humor, rodeado de sonidos naturales que saben a limpio y con la sensación de página en blanco por escribir, comprendes qué es la libertad de tener un día entero por delante. Esa ilusión por hacer que se confirma al salir de la casa y recibir ese oxígeno cargado de aire que te purifica entero y te rellena de olores. Ves el cielo azul cada vez más claro y el verde oscuro de la sombra, y tienes la necesidad de aprovechar… Hasta el desayuno parece una pérdida de tiempo…

 

9ª Estación

LA BRAÑA

Ver el cielo desde arriba. Encontrar el camino para lograr transformar lo que ves cerrado en abierto. Llegar a un paisaje inmenso mezclado de cielo y sol donde los horizontes son infinitos y los espacios se miden en horas de distancia y no en kilómetros. Cordillera silueteada al fondo de la hierba verde y la roca caliza. Naturaleza abierta, luminosa, espaciosa… Y la emoción de no tener líneas, límites, la emoción de poder elegir camino como un animal salvaje.

 

10ª Estación

EL SILENCIO (EL AGUA)

Y mientras respiras, escucha. Paralízate ante la capacidad invisible de elegir sonidos. Rumor cauto, prudente, pero, a la vez, constante. Sin sombra alrededor, y desapercibido hasta que lo buscas, un traqueteo continuo anuncia el discurrir de una corriente de agua. Es un sonido ofrecido por el silencio. Pureza descubierta mientras te apartas de sonidos ajenos que lo ocultan. Oportunidad única para cambiar oír por escuchar. Y mientras el agua evidencia el silencio, el silencio acentúa una corriente de agua…

 

11ª Estación

EL CANSANCIO

Es la inercia la que te hace continuar cuando caminas contra tu propio reto. Te planteas un objetivo voluntario que acaba siendo un desafío que consume tus fuerzas. No puedes detenerte porque la parada multiplica el cansancio. Caminos que construyen rutas a una satisfacción, a un premio conseguido, a una voluntad cumplida. Mente agradecida, felicidad plena, a cambio de un cuerpo vencido y un cansancio que solo te invade cuando piensas en él.

 

12ª Estación

LA AMISTAD Y LA COMPAÑÍA

Cuando la vivencia personal entrelaza esfuerzos, paisajes y cansancio con compañeros que sienten el entorno igual que tú. Cuando la soledad resulta ser una experiencia individual compartida. Cuando transcurren minutos de silencio en compañía. Cuando los pensamientos se parecen y la vida se hace común. Cuando lo vivido se convierte en una práctica colectiva completa de alegría y satisfacción. Cuando los atributos personales desaparecen y todos los sujetos son uno.

 

13ª Estación

EL DESCANSO

El agua caliente acude a la petición de un cuerpo consumido que ruega su reparación. Limpieza exterior y satisfacción interior. Antesala de un sueño profundo y de un dormir infantil que será prologando, constante, sereno… Letargo protegido por rumores somníferos que te arrastran a la hipnosis. Mente preservada de preocupaciones cotidianas y de responsabilidades mundanas imposibles en el entorno que te rodea. Mente limpia, vacía, que acude a la demanda de descanso que todo tu cuerpo reclama desde el abrigo de tu cama.

 

14ª Estación

COMER

Comer en Somiedo es un ejercicio que excede los requisitos de la nutrición. Festín definido por la abundancia, el antojo, la calidad, la autenticidad. Comer en alguna de las opciones que te da la Pola es tan característico como su paisaje, y convierte en placer la necesidad de reconstruir la fortaleza perdida en los esfuerzos de la montaña. Verduras llegadas de huertos vecinos, carnes de ganado que has visto pastar, productos ajenos a cadenas de distribución, mercados cuya trazabilidad no pasa de lo que alcanza la mirada…

 

15ª Estación

LA PROMESA                                      

Volver a sentirte. Porque me fui con ingenuidad, porque te dejé creyendo que me habías cambiado. Porque creí que había conseguido distinguir la manera importante de vivir, porque pensé que había logrado inmunizarme contra los males de la vida cotidiana. Porque no sabía que, a los pocos días, todo se había diluido y vuelvo a necesitar que me repares. Porque te has convertido en mi refugio, porque me proteges de lo que no me gusta. Porque quiero volver a sentirte, Somiedo.

 
 
 

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